miércoles, 20 de marzo de 2013

Cuando llueve

                                                              Llueve, para que compre un paraguas y te vea.


   Afuera llueve, y cuando llueve afuera el adentro se convierte en todo el mundo existente. El hombre se ha construido históricamente guaridas para solucionar el histérico problema de mojarse.
   Los pronósticos de los noticieros se han convertido en augurios de los diosas que obligan a salir con o sin paraguas por las dudas. También han generado o en su defecto aumentado el "por las dudas", ese término cobarde que cohíbe las posibilidades de aventuras, que hace que todo esté prevenido, calculado, fuera de toda sorpresa. "Por las dudas llevo paraguas", "por las dudas voy al baño antes de salir", "por las dudas llevo plata", y así montones de miedos que acumulamos en útiles previsiones.
   La lluvia te hace rebuscar la fórmula del entretenimiento, porque a menos que haya una actividad previamente pautada, no vale la pena mojarse por un quizás, por un "por las dudas". Entonces queda quedarse en casa, cargar alguna película, leer algún libro, o eso que nunca falla, eso que siempre está esperando por vos y el aburrimiento extremo para que lo hagas: las manualidades. Las manualidades, aunque suene con un hermoso doble sentido, hablo de esas que tienen que ver con cortar papeles, pintar cartones, pegar cosas en las paredes, sacar fotos, hacer tortas fritas, y otras más, qué se yo.
   La cuestión es que la lluvia está ahí, pero agradecé que no se cortó la luz, que todavía podés escuchar tu bendita música, que todavía no tuviste que sacar las velas guardadas en el cajón que alguna vez (adiviná) compraste por las dudas. No se cortó la luz y todavía no tenés que sufrir lo que ello implica, silencio, oscuridad, cera en la mesa, más silencio, de vez en cuando un ruido ajeno, lejano, todavía no te tuviste que encontrar con vos mismo, safaste de escucharte pensar, de intentar comprender lo que pasa por tu cabeza por única vez en tu vida.
   Pero bueno, ahí estás, vos y tu miedo a que se corte la luz, que te quedes sin nada, absolutamente nada para hacer. Si estás con gente safás mucho más la situación porque, si llueve, probablemente hagas lo mismo que hacés siempre y si se corta la luz podés jugar al tuti-fruti o alguno de esos juegos que tu mamá te hacía jugar para "entretenerte" cuando en realidad eran una trampa pedagógica para un "aprendizaje divertido".
   Pero, volviendo al tema de los soliloquios mentales, cuando se corta la luz uno tiene que escuchar, y hacerse cargo de eso, porque no se puede ir por la vida sin darle bola a lo que uno escucha. Como dijo Caparrós, escuchar es un trabajo arduo, forzoso, agitador, "escuchar es esperar lo inesperado". Entonces es ahí donde el trabajo del psicólogo tan aclamado por los argentinos se vuelve tan "útil", porque consiste en escuchar, simplemente dejar que el tipo "enfermo" hable y se arme la maquetita estructurada de sus pensamientos para que se ordene un poco y pueda seguir con su vida normal.
   Vuelve la luz y con ella la alegría, el ruido de los electrodomésticos reactivándose, las sombras desplegándose por la habitación, la música invadiendo desde los parlantes. La luz, la luz y sus milagros, las esperanzas renovadas, el "por fin puedo seguir con mis cosas". Así es, safaste de nuevo, de vuelta no vas a tener que encontrarte con vos mismo, de vuelta va a haber ruido y distracciones como el facebook o un partido de fútbol. A guardar las velas que no se gastaron ni la mitad, a olvidarse de esa idea que se te había ocurrido, a sumar los puntajes del tuti-fruti, a descubrir que sin la luz muchas veces somos seres pensantes.
   Pero afuera sigue lloviendo y ya se hizo de noche, así que habrá que ir pensando en la cena y ya empezar a dar por terminado ese día que te encerró y te obligó a disparar y descubrir los límites de tu imaginación, que te llenó de miedo de vos mismo, que hizo que te dieses cuenta que en realidad no sos tan divertido como pensabas.
   Bueno, bueno, tampoco todo es tan malo. Hoy cuando me levanté dos o tres imágenes desencadenaron en esto. Aparecí con cara de dormido en el living y mis hermanas hacían unos carteles y papel picado para una recibida. Estaban las tres, situación que me llevó a los tuti-frutis de la infancia, mate y pan casero; afuera llovía, las luces rebotaban en las gotas y brillaban, ese fenómeno siempre me llamó la atención.
   La lluvia ya mermó bastante, aprovecho y escribo.

1 comentario:

  1. qué lindo muchas cosas. qué lindo el miedo
    qué lindo lo de sin luz somos seres de luz o
    qué lindo que las luces reboten en las gotas

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