martes, 12 de marzo de 2013

Argumento

                                                                                    A la memoria de Saer.


   Como ando algo corto de ideas, hoy la hoja en blanco se presenta como un enemigo formidable, invencible. El cuadernillo me mira ir y venir haciendomé el boludo, la lapicera escupe insultos de tinta, y la terraza me llama como escape de la tarea de escribir. El llamado del afuera se hace fuerte, tengo que hacerle caso, así que así como si nada me armo un cigarrillo con sumo cuidado y lentitud, bien prolijito. Me levanto de la silla, abro la puerta, estoy en la escalera, ahora estoy estando en el primer escalón, pero ¿estuve estando estando o estoy estando estuve estando en el primero y ahora en el segundo? Subo la escalera, segundo piso ascensor, en realidad no hay ascensor, pero me estoy dejando llevar por aquel tango un poco viejo. Llego a la puerta de la terraza que por suerte no está con llave porque me la olvidé colgada al lado de la puerta. Abro la puerta, la terraza se expande ante mí con su vasta inmensidad de dos metros por tres, me trepo al tapialcito, me siento con los pies sobre la chapa del techo. Prendo el cigarrillo que larga el humo que es seguido por el que se desprende de la primera pitada, por un instante estoy cubierto por humo. Estoy sentado y pienso qué puedo escribir, así sigo un rato sin que se me ocurra nada; miro a lo lejos y a lo cerca. Al frente las ventanas de un edificio me revelan a un hombre frente a un monitor, no sé si está haciendo su trabajo o boludeando en el facebook. Miro otra ventana y veo el consultorio odontológico que siempre observo, con la esperanza de recibir un saludo casual de la doctora algún día, pero ahora no hay nadie. Cruzando la calle los colores verde y amarillo me revelan el cartel de la Petrobras donde hay algunos autos y un playero parado como esperando que pase algo, totalmente descuidado de que alguien pueda estar pesando en él o siquiera mirandoló. Al otro lado de la terraza algunos árboles se mezclan entre los edificios y pienso: "qué ciudad más linda, porque si te parás a alguna altura ves cómo el verde vegetal se entrelaza con el gris opaco del cemento". Miro el cielo y descubro que hay pocas nubes. El humo del cigarrillo atraviesa los techos y va a parar a la base de un tanque de agua donde una paloma intenta proteger su frágil nido del viento. Hace algo de frío, pero es agradable. Escucho a la ciudad y descubro que a esta hora tiene como su propio ritmo, cierta melodía constante. Se escuchan golpes de varios martillos y raramente coordinados crean un sonido algo agradable, aunque más extraño que bello, digamos. Sigo pensando que no se me ocurre nada para escribir y que el cigarrillo en cualquier momento se va a acabar y voy a tener que enfrentarme al destino ineludible de volcar las palabras pensadas en un papel. Entonces estoy estando en la terraza mientras el tiempo y mi cigarrillo se consumen a la par. La puerta se cierra por el viento y la dejo así, no hay razones para bajarme aún del tapial. Desde la mínima panorámica que ofrece la terraza se logran ver algunas personas que cruzan la calle, hablan por teléfono. Para un carro tirado por un caballo al lado de unos autos. El viento no ofrece tregua, sigue soplando y arrastrando una masa de frío que va para el sur. El sol ilumina y aplaca la piel de gallina. Al cigarrillo ya casi no le queda nada. Yo sigo estando estando en la terraza. Miro cómo la brisa juega con el humo. La paloma ya se rindió y sin que me de cuenta en algún momento salió volando. Se fue como el cigarrillo que termina de consumirse. Lo tiro, bajo del tapial y abro la puerta de la terraza. Encaro la escalera. Bajo lentamente. Llego al segundo piso y prendo la luz como para ganar alguna milésima de segundo. Sigo bajando la escalera, ya estoy a mitad de camino. Llego ante la puerta de mi departamento, La abro, dejo el encendedor sobre la mesa, me siento frente al cuadernillo. Como ando algo corto de ideas, hoy la hoja en blanco se presenta como un enemigo formidable, invencible. En fin, hoy no se me ocurre qué escribir, voy a esperar hasta mañana.

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