miércoles, 29 de mayo de 2013

No tropezás con la misma piedra

   “Se tropezó con la misma piedra”. ¿Ha escuchado ser humano consciente alguna vez alguna frase más escasa de sentido? A ver, entiendo la metáfora y todos la aceptamos como verdad universal. Alguien comete algún error en su vida y, como si no hubiese aprendido nada de sus consecuencias, va por ahí y lo vuelve a cometer, es decir, se choca con la misma piedra, se tropieza, se golpea, lo que sea.
   Que alguna vez alguien se haya tropezado con una piedra es algo totalmente posible, pero valiente y con pruebas sea aquel que venga, se plante y diga: “yo me choqué dos veces la misma piedra”. Pues no le creo. ¿Alguien se ha puesto a pensar en la cantidad infinita de piedras que hay en el mundo? ¿En la cantidad de tropezones que se da alguien a lo largo de su vida? Bien, entonces díganme si realmente es posible tropezarse más de una vez con la misma piedra.
   Algunos querrán refutar el argumento y dirán “yo he visto a mengano tropezarse con la misma piedra dos veces en el mismo día” y otros “una vez, en mi época, había una piedra en la puerta de la escuela que siempre nos chocábamos por entrar apurados al aula”. Entonces, por pura confianza a estos desconocidos tendré que bajar la cabeza y decirles que tienen razón, que es verdad, que es posible, que todo lo que quería decir no es más que un arrebato de enojo hacia una frase hecha que para mí no significa nada pero lamento haber dudado de la cualidad de sus pensamientos.



   Bien, ahora que tengo la atención de ustedes, los que no creen en esa ridícula frase y estos tipos que la defienden se han ido, voy a continuar con la idea. Como les decía, entiendo el significado; siempre pasa que cometemos el mismo error prácticamente bajo las mismas circunstancias que hemos cometido el anterior y generalmente pasa que hay alguien ahí para recordartelo, para decirte “yo te avisé” y que después se lo cuente a tus demás amigos bajo los sinónimos de Cometió = Tropezó - el mismo = con la misma - error = piedra que la vez pasada bla bla bla. A esos les digo que no, que no y que no. ¿Que no qué? ¿Que no me tropecé con ninguna misma piedra? ¿que todas las piedras son distintas? ¿que no hay dos veces lo mismo? ¿que cada error es único e irrepetible (como el ser humano, qué casualidad)? No, nada de eso, sino que la frase no tiene sentido. Qué se yo si no puede estar la misma piedra en dos momentos iguales pero distintos. Lo que quiero decir es que no es para nada fácil y es casi improbable chocarse dos veces con la misma piedra, de hecho si hacemos un cálculo de la cantidad de pasos que da un hombre en su vida y la cantidad de piedras con las que se tropieza nos dará el resultado de que tropezarse con una sola piedra es una probabilidad mínima.
   Por lo tanto me autoproclamo Destituyente de esta frase mentirosa y absurda y Honorable Corrector de los dichos y refranes populares. He decidido, bajo mi nuevo mandato, reemplazar este miserable conformismo histórico por uno nuevo, por algo mucho más real, por algo cuyas probabilidades de pasar son mucho más altas que la idiotez anterior.
   Hoy nos sumimos en un nuevo proyecto, en la revolución de las conversaciones, hoy somos hijos de un habla atacado por los destructores de la lengua y seremos los responsables de levantar los nuevos muros de la identidad lingüística, de sentar las bases de un mundo y una humanidad cuyas frases hechas y refranes pasen a tener sentido. A partir de hoy propongo olvidar los oscuros tiempos del “tropezarse con la misma piedra”, propongo no volver a cometer errores de lógica y cálculo, señores, hay frases con mucho más sentido, cuya identidad proviene de un cálculo con el que todos estarán de acuerdo.


   Pido perdón, nuevamente, por este ataque de locuacidad política. De nuevo quería asegurarme que los que creen en esta frase se hayan ido o terminen de aceptar su equivocación. Espero haber logrado cualquiera de estas dos. Ahora sí quiero continuar con mi análisis. Tropezar con la misma piedra es algo que pasa solamente en el plano metafórico. Quizá en los tiempos de la creación de esta frase, cuando la gente caminaba más, chocarse una misma piedra dos veces era posible; pero seamos sinceros, hoy en día ya ha perdido todo su sentido. Por eso, sin quitarle mérito a la frase, cuyo contenido es ahistórico pero su forma es totalmente obsoleta, creo que deberíamos reemplazarla.
   Ahora, no soy ningún inocente y sé que asentar una idea en la gente (al menos que seas un periodista gordo y mal afeitado) es difícil y lleva tiempo; pero creo que es un desafío que debemos enfrentar entre todos. La frase tiene que ser alguna ya usada para otra cosa, que mute su significado, tiene que ser un hecho consumado, algo compartido por todos; tiene que tener chispa y gracia; tiene que ser entendida por los niños y aceptada por los ancianos; reproducida por los jóvenes y reivindicada por los adultos; le tiene que pasar a todo el mundo y todos tienen que estar de acuerdo; tiene que ser rápida, sencilla, cuasi comprobada científicamente o por lo menos tiene que dar gracia y a la vez impotencia. A partir de ahora, en vez del ridículo doble tropezón imposible, debería ser “La galletita/tostada volvió a caer del lado del dulce”. Ya se, ya se, no dije nada nuevo ¿vieron? A eso era lo quería llegar todo el tiempo. “Tropezarse con la misma piedra” tampoco es algo nuevo y sin embargo llegaste hasta acá. Creo que la nueva frase es ahistórica y a la vez nada obsoleta, es más, estoy seguro de ello. También me atrevo a afirmar que es capaz de durar por años y años hasta que inventen un robot untador de galletitas para todos y todas.


   Pero todo esto puede ser considerado inútil ya que no es más que en la práctica donde se cambian los paradigmas de la lengua. Así que dejemoslo así. Aquél refrán ha estado instalado quizás por siglos y nadie se ha puesto a pensar que en realidad no está basado en un argumento real. Abandonar el más arriba llamado plano metafórico y transportarse al plano de lo real puede llevar a la humanidad a una madurez nunca antes alcanzada. Cuando las frases hechas dejen de dominar el sentido común y el contenido de lo público, cuando el discurso repetido sea cambiado por las ideas e ideologías propias e independientes, quizás recién ahí, en ese momento, comencemos a ser un poco libres.

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