viernes, 3 de mayo de 2013

El nombre de los jueves o conversación nocturna sin mucho preámbulo


             Todos los jueves tienen un nombre, o al menos los que importan. Hay lunes insípidos, que no tienen gracia, que están ahí solamente para darle un inicio a la semana. Los martes son un fracaso, son el hijo bastardo del lunes, el no reconocido, el que está ahí para darte una mínima brecha entre la partida y la mitad del camino. Los miércoles son una mera transición, son como estar parado en la cornisa, son como esa clase media indecisa que no sabe si pedir sushi o hacerse un puchero, que no pueden ser ricos y no quieren ser pobres. Los viernes son la gloria, son optimismo, la esperanza, es el inicio de todo lo que puede llegar a pasar, es el testigo de Jehová de traje y con una valija negra, que te toca timbre a la mañana y te dice “acá tengo la felicidad ¿La querés o no?”: están los que le cierran la puerta en la cara; los que empiezan a concentrarse en la forma de la valija, en su color y en quien la trae; pero también están ellos, los grandes, los inmaculados, quienes con oficio de kamikaze se atreven a abrirla,  a ver qué hay adentro, a comprarse el paquete entero para no arrepentirse nunca.
                Y están los jueves.
            Otro jueves cobarde que no sabe bajarse ni los pantalones, decían los Caballeros de la Quema cantando melancólicamente con Joaquín Sabina. La careteada country club de la Viuda de los Jueves; el inmemorable hombre que fue jueves de Chesterton y así miles de jueves que han pasado a la historia sin ninguna dificultad.
            El jueves tiene eso. Todo sería más fácil de explicar si se supiera qué es eso. Los jueves son alternativa, son una duda constante, porque ¿qué se hace un jueves? Y… todo, o nada. Esa es la cuestión. Shakespeare algo debe haber pensado de los jueves, y ni hablar de Borges que veía todo desde una perspectiva bastante diferente.
            Pero hoy, sobre todas las cosas, quiero hablar de unos de los jueves en particular. Porque de los nombrados de más arriba, el único que todos alguna vez hemos usado, es el jueves cobarde, ese jueves que no tiene nada, que está ahí imitando al miércoles, siendo una transición triste, inútil. Quiero hablar, quiero dar a conocer a este jueves nuevo, que se presenta así, como si nada, fácil, ambiguo: El jueves putita.
            En primera instancia, pido perdón por la palabra “putita”, pero es que después de un brevísimo tiempo de reflexión  fue lo primero que se me vino a la cabeza y cambiarlo me pareció tan malo como una traición a la patafísica. No pretendo ofender a nadie, ni mucho menos, es simplemente un uso del lenguaje común para explica algo común que –intentando no salir tanto del tema- es los jueves.
            Los jueves putita son esos días que uno puede manejar, en los que se tiene opción, en los que se puede confiar. Si bien hay discusiones sobre este día* se puede decir, tranquilamente, que son de los más fructíferos. Son los días en que el resultado puede ser palpable, totalmente tangible. Los  jueves putita están ahí para quienes sufren la semana, para quienes los viernes están demasiado lejos. Los jueves putita son así porque aparecen desnudos, en cuatro, dispuestos a que hagas lo que quieras. De vuelta pido perdón por la analogía, pero debo usarla por necesaria, por compleja.
            Los jueves cobardes son generalmente los más comunes; pero los putita se notan, se sienten, se huelen desde lejos; ya a la tarde, desde temprano, uno puede decidir qué va a ser de ese día, que mágicos encantamientos deben caer sobre uno. “Los Jueves putita son como una canción de Arjona, decidida, astuta” (Magnotta D. Pág. 105-106).
            Los jueves putita son una creencia popular, están ahí donde nadie sabe, en ese lugar que ningún ser puede encontrar, encerrado en los parajes más oscuros de la tierra. Estos jueves están ahí, para todos, entregados, como para que uno decida por una vez en su vida, aunque sea por una vez, lo que quiera hacer, para ser libres, porque el jueves putita es la oportunidad de la libertad, la posibilidad de elegir lo que sea, pero sobre todo eso, la posibilidad, de nuevo, la oportunidad de ser yo, sí, yo, el que elija qué hacer; el que decida cómo empezar el viernes, el que decida cómo terminar la semana y empezar el fin de semana. El jueves putita.
            Eso, señores, el jueves putita es eso. Ser uno mismo, elegir el destino, cambiar la historia, el jueves putita es todo lo que uno quiere de él y todo lo que él quiera de uno.
* Dante Magnotta discute sobre esto en “Conversaciones de Viernes a la madrugada o resultado de los jueves” diciendo que  “(…) los jueves son  como esa mina que te promete, que se te insinúa, se te ofrece, te seduce; pero en realidad en el fondo sabés que no va a pasar nada extraordinario ese día, aunque es un vestigio tentador de los días venideros.”

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