Tengo dos cerebros. El uno me dice lo que quiero hacer, el otro me dice lo que tengo que hacer. Pero ninguno me dice lo que siento hacer.
Gira y gira la rueda de mi bicicleta.
Tengo dos cerebros. El uno dudoso, el otro certero. Tengo dos cerebros, el uno indeciso, el otro, sereno.
Tengo dos cerebros.
Gira, gira la rueda de mi bicicleta.
La poesía existe cuando es. La palabra da vida. Lo dicho existe, lo que ya fue, es porque fue, y lo que es, es, también porque fue. Lo no dicho carcome, muerde bien adentro. Lo no dicho consume. Lo que no se dice está censurado, reprimido, en silencio, asustado. Lo no dicho no existe porque nadie lo dijo y nadie lo escuchó. Lo no dicho no puede ser, no es. Lo que no se dice da insomnio.
Nada es, todo fue o será.
Sus ruedas aún torcidas, su barro pegado, gira y gira la rueda de mi bicicleta.
Tengo una bicicleta que baila. Tiene una rueda que no deja de girar. Busca la curva constante. Es tan extensa que no se puede medir. Ella no quiere bailar, quiere estar fija. Quiere parar de sacudirse. Baila porque quiere parar.
Gira y gira la rueda de mi bicicleta.
La poesía es un pájaro, dijo, y no es. La poesía es juan, dijo, y no es. La poesía es todo esto y después escríbelo, dijo, y no es.
La poesía es lo que tiene que ser, sino no es poesía. La poesía está porque hay todo de ella en el aire. El poeta es una mentira, es un denunciante, es el represor, el selector.
Gira, gira y gira la rueda de mi bicicleta.
El tiempo es un sentimiento extraño. Pasa por todos lados, te marca la piel. Y se va.
El tiempo es ese amigo perdido, que desaparece. Y aparece años después para recordarte cuánto tiempo ha pasado.
Cuando me paro en la ventana veo perder el tiempo, cuando miro para atrás el tiempo gira y gira con la rueda de mi bicicleta.
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