martes, 13 de agosto de 2013

¿A qué estás jugando?

    Después de todo, siempre, uno se termina preguntando lo mismo. Porque no son más que palabras y signos que se mezclan, se cruzan y te preguntan cosas, te critican cosas, te cuentan cosas y te dicen te dicen te dicen, constantemente, lo que hay que hacer. Y qué se yo qué hay que hacer si hasta por ahí no hay que hacer nada. De todas las preguntas y dudas existenciales que me han perseguido hoy, elegí una. Elegí una para ver qué me respondo, porque más allá de personas y fraternidades uno siempre se tiene a sí mismo. ¿A qué estás jugando?

    Porque ¿qué es sino un juego? Bien, digamos la verdad. Juego macabro si los hay, pérfido y trastornado. Uno va por ahí creyendo que lo que pasa tiene que ver con todo o con nada, pero hace, hace y vive y elige y deja afuera y mete pa' dentro y come y toma cerveza y un montón de actividades elegidas o medio que se dan pero que están y así se complementa lo que se puede decir sin ningún miedo ni temor de alteraciones literarias y o u psicológicas, la vida.

    Ahora, siempre después de estas reflexiones, llega el empirismo, la epistemología, la exactitud, la visibilidad, los sentidos engañados por la realidad y todas esas cosas que uno aprende en la facultad y nunca sabe si realmente le sirven para algo o son puro relleno occidental de ideas raras de gente rara que se peleó con el mundo para publicar un libro que diga cosas nuevas y reveladoras del universo en el que habitamos consciente o inconscientemente.


    Ahora sí, la respuesta no es que no hay respuesta, porque esa es la fácil. Pero la difícil cuesta llenarla y está bien que cueste y menos mal que cuesta, porque imagináte que a uno le pregunten qué quiere comer y responda enseguida unos canelones de acelga con salsa rossa y un vaso de vino Finca los Gigantes desconocido y naranja para bajar la pasta que a uno le agrada. No. No señor. No vaya a ser cosa que se responda rápido y seguro. Porque aunque pueda uno hacerse el que está seguro no lo está y, de nuevo, menos mal. Porque los que están seguros terminan haciendo cosas horribles como comprar una máquina para talar árboles y después una procesadora de celulosa que genere la pasta celuloide que después se usa para hacer papel y se tiran un montón de cosas tóxicas al mundo como óxidos de cosas peligrosas y libros occidentales con gente que entendió o no el universo y se peleó con el mundo para escribir. ¿Si las toxinas son tan malas como los libros?

    Bien. Llevo escrita nueve veces la palabra “cosas” y no siento culpa. Porque las cosas no tienen sinónimos ni juegos de palabras ni nada de eso. Son lo que son; son esa masa uniforme de existencia eterna e infinita que habita todo el espacio mejor malo conocido que bueno por conocer o al revés, eso depende del espejo del baño de cada uno y de la cara que se tiene cuando se levanta. Porque si uno empieza el día sin preguntarse algo, aunque sea lo más mínimo, ese día no es día, o es domingo, o es lunes, o qué se yo, a lo mejor ese día uno se levantó muerto ya sin ánimos ni de ir a los chinos a comprar el desayuno flojo de vitaminas y calorías compuesto de unas Don Satur veinte por ciento grasa ochenta por ciento quién sabe qué con el mate o el té lleno de azúcar que es alimento del alma. Pero en el mejor de los casos aparece una pregunta, mínima aunque sea. Aunque tenga que ver con el color de las medias o el olor a humo en la habitación o el porqué al perro de abajo se le ocurre ladrar cuando me despierto o ya estaba ladrando desde antes o porqué tienen un perro si es mejor una planta o porqué es mejor la planta o qué estaba soñando que estaba re bueno o me baño ahora o espero la inspiración divina o mejor sí voy a los chinos así de paso miro el estante de los lácteos en busca de productos vencidos o gasto un montón de plata en la panadería o porqué tengo que levantarme todos los días con una pregunta o porqué cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da o porqué el mundo gira para un lado y no para el otro o porqué tengo frío en las patas o porqué mi mamá me dijo que estaba todavía en la edad de los porqué o a qué estás jugando, flaco.

    Bueno no sé. Tampoco lo quiero hacer tan fácil porque habría que hacer una lista interminable de preguntas y ya ni se porqué pensé que podía ser fácil hacer tal cosa que ni sentido tiene la cantidad de veces que dije cosas que por ahí era mejor no decir que el hambre era una pregunta cuántas veces sea que alguien la haga lo es porque nada puede ser lo que no es sino que juega el juego que tiene que jugar, porque imagináte que uno se ponga a jugar otra cosa o se ponga serio y agarre un hacha para escribir un libro. Dentro de cada escritor hay un empresario desinteresado por el medio ambiente. Dentro de cada empresario desinteresado por el medio ambiente hay un sueño que se murió por allá a los quince o dieciocho años o por ahí los veintidós, cuando alguien le dijo que se decida y deje de dar vueltas que tanto proyecto tanto proyecto y ni una moneda pal' bondi y ni un sope pal' guiso que tus padres no van a estar toda tu vida esperando que qué, ¿que qué? ¿Qué hay que esperar? No sé, como mucho el turno para tirar el dado, para levantar la carta del mazo, para cantar truco o contra flor al resto, para esperar dos turnos en la comisaría hasta que toquen dos iguales y subirse al auto del sueño americano del juego de la vida no es para cualquiera.

    Entonces elegí hacerme una única pregunta que coma y coma las neuronas. ¿A qué estás jugando? A todo o nada. A los dados, a la suerte, a las cartas, al mundo entero, a un pedacito, a las apuestas más altas, a las más improbables, a las menos obvias, a las que menos te gustan o por ahí más porque vos no te animaste o porque te cayó la ficha que hay que tener casita y auto y hijos y no me importa que no se pueda poner una i después de una y porque yo estoy jugando y vos te quedaste esperando la vida que te pasó por adelante y se te cayó de la repisa donde la habías guardado para después y se perdió por ahí abajo del sillón y si te he visto no me acuerdo y andá a saber si volvés a pasar la escoba por esos lugares oscuros y llenos de pelusas y cuando la pases quizá te vengas y juegues conmigo o con cualquiera o con tu infancia y tus sueños, qué se yo si cada vez me pongo más cursi, pero es que jugar es eso, a veces uno comete errores de estilo y forma con tal de responderse algunas preguntas que nada que ver tienen con la filosofía aristotélica o la percepción del mundo que pudo haber tenido un tipo que hizo casi lo mismo que sentarse en algo más viejo que una computadora y escribir casi lo mismo o nada que ver pero que dijo que hablar es incurrir en tautologías y tenía razón porque lo que dije ya está dicho y también no porque las posibilidades son infinitas.

    Pero si de laberintos se trata no hay más que meterse en la cabeza de uno y hacerse alguna pregunta distinta a de qué gusto me compro las facturas o porqué no dejo de fumar si el humo se come mis pulmones o porqué escucho música que antes no me gustaba o que si me gustaba y me daba vergüenza escuchar al frente de todos o cómo hago para pagar la boleta del gas si cada vez viene más cara y cada vez tengo menos plata. Hay que preguntarse cosas como porqué dejé de filosofar en la bajada y la subida del subibaja, porqué dejé de creer que treparme a unos fierros era viajar al espacio, porqué empecé a poner comas y puntos y guiones y signos y respeté las leyes de las formas y me vendí al reino de las cosas bonitas y bien compuestas y así el mundo se fue metiendo solo en un cajoncito de verduras de esas que salen más baratas porque se están pudriendo y que uno compra porque no le alcanzan mucho los papeles que salen de la billetera y después de todo no quedan tan mal en un salteadito de arroz que es rico y se puede acompañar con un buen vino Finca los Gigantes barato si total para qué quiero unos canelones si ni siquiera me gustan.


    Así que la respuesta es que no hay respuesta o que todo en sí mismo es la respuesta que estaba buscando cuando me pregunté ¿A qué estás jugando? porque después de todo uno se pregunta cosas para ponerse en jaque, para no sentirse tan confiado, para creerse y verse satisfactoriamente una vez más, equivocado, y descubrir que todo lo que se hace aunque pudiera ser una cosa totalmente distinta sería tan útil como inútil o tan mentira como verdad en comparación a todo lo que no se hace y se deja de hacer por elegir algo que uno cree que es lo que tenía que elegir o al menos lo creyó cuando tomó la decisión o ni tomo la decisión y se le apareció solo cual sueño revelador de las verdades humanas que después de todo siempre responden a preguntas impensables que alguien se preguntó para salirse un poco de lo absurdo que es abrir todos los días la heladera en busca de algo o cerrar los ojos para encontrar el sueño o abrir la puerta para salir al mundo o abrir la puerta para esconderse del mundo o un montón de cosas que hay que preguntarse para ver si se está bien o mal o si todo es una cosa que no termina más y se apelmaza en palabras que no dicen nada o dicen todo o son lágrimas y gritos y protestas y sentires que vuelan, aletean y se golpean como esa paloma que una vez entró en la cocina y se chocaba con el techo porque volaba más alto de lo que necesitaba y la ventana le quedaba abajo, sin embargo ella seguía chocando contra el techo sin descifrar porqué no podía salir si volaba con todas las ganas, porqué seguía encerrada si anhelaba la libertad, porqué no apuntaba un poco más abajo, porque seguramente quería ser libre en serio y no conformarse con una ventana.  

jueves, 1 de agosto de 2013

Pedazos

      - Después de los besos vienen las caricias – me dijo mi cerebro casi al mismo tiempo que me despertaba. Lo cierto es que no eran besos, sino música que venía de algún lado entre mi pecho, mi abdomen  mi aplastado brazo izquierdo y el colchón. El despertador sonaba y mi cerebro confundía los besos con melodías, el vibrador con caricias.


                                                             ***


Se habían tomado entre los dos, dos vinos y habían fumado unas flores que tenían un sabor mortífero. Él le dijo que la acompañaba a la casa así no se iba sola, y además no era tan lejos. Llegaron a la puerta de la casa y ella sacó las llaves sin decir nada, abrió la puerta hizo algunos pasos erráticos hacia adelante.
 - ¿Querés pasar a tomar un té o coger? qué se yo – preguntó ella con total indiferencia.
 - ¿En ese orden? - preguntó él mientras entraba detrás y cerraba la puerta de la calle.


                                                
                                                             ***



  Recién este último tiempo he empezado a entender algunas cosas del lenguaje, de la escritura, de la literatura señor, de toda ella.
Pobre chabón, de a poco lo vas entendiendo y te empieza a dar un poco de lástima; no, lástima no, lo empezás a odiar occidentalmente, pero le ves su perfil, su idea, y en el fondo sabés que tiene razón. Sí, tiene razón en casi todo lo que dice
pero esta perdido en vida.
Un pobre tipo que no quiere otra cosa que buscar algo que sabe que no va a encontrar, o como mucho si lo encuentra no va a ser por su búsqueda, sino porque solamente va a estar dado, va a encontrar algo que quiere encontrar sin buscarlo, o mejor dicho, sin que sea resultado de su búsqueda.



                                                             ***



y nunca hay que asegurar nada
no existen cosas seguras
no; en realidad sí existen
esa es la parte absurda
hay de todo, y sobre todo elecciones
elegir algo requiere dejar de lado otra cosa, y así sucesivamente vamos creando universos paralelos a cada paso, universos en donde pasa lo que hubiera pasado si hubieses bajado del cordón dos pasos y medio antes.


                       
                                                              ***




Entonces, hace poco, leyendo descubro que el término máscara estaba antiguamente relacionado de manera muy estrecha al de persona. Es decir que la persona era un resultado de esta máscara, de su uso o de su conciencia. El término persona termina siendo usado para el personaje ya caracterizado, creado, finiquitado. La ecuación sería fácilmente traducible a máscara = persona, sin sumas ni restas, así tal cual. Una persona es la máscara que se hizo de ella.
Pero en todo caso, la cuestión reside en otro lado, no en la relación de estos términos. Días antes de descubrir estas relaciones por vía literaria, en una especie de reunión, una persona allí presente hizo referencia a lo mismo, habló de las máscaras y las personas como una misma cosa que nunca se separaron en algunos idiomas. Entonces cabe preguntarse algunas cosas en sentido de paradojas espacio-temporales. Es probable, que en base a este descubrimiento, pueda decirse tranquilamente que existe una relación pre-cognitiva que envuelve a dos (o más) sujetos. Es decir, estos sujetos antes de establecer un diálogo sobre dicho tema establecen una relación mental que va más allá del entendimiento consciente, forma parte de un acto natura, rebelde, auténtico. Este acto mental que tranquilamente podemos llamar inconsciente o supraconsciente, o mejor aún infraconsciente, forma parte de otras cualidades aun desconocidas de la inteligencia humana. 
Podemos decir entonces que hay otro lenguaje, diferenciado del natural, del de la comunicación ordinaria y conocida por todos. Es un lenguaje mental que al no ser aún utilizado por medios de sensibilización consciente se mantiene en un estado puro, inalcanzable, casi etéreo. Representa la capacidad cognitiva de poder habitar una línea de tiempo-espacio constante, dejar de lado las bases pasado/presente/futuro, sino trazar un recorrido atemporal de una dirección a otra.
Esta comunicación inalterable e imposible de discernir en el momento, producida por la comunicación oral entre dos sujetos cuyas vibraciones cerebrales llevaron a conectar un futuro probable, cercano donde uno de los sujetos iba a tomar esos saberes de otro lado, a parte de la conversación. En la naturaleza del hombre resta mucho por descubrir, y los estados primitivos de la mente, capaces de hacernos cantar la misma canción que justo canta el que va caminando al lado nuestro aún no están ni siquiera en la mira de los científicos.