El estudiante de letras tiene como característica común la obstinada costumbre de creerse útil, y no me refiero a útil como profesional o lo que sea, sino como necesario en esencia. Camina por las calles y por los pasillos de la facultad como si un halo de bohemia lo cubriese. Los fanáticos de la lengua o de las lenguas clásicas no entran en esta discusión, digamos que habitan un universo paralelo. Me refiero a los literatos, ¡Ay los literatos! los literatos y su café de las diez de la mañana, o de la una de la tarde, o de las tres, cualquier hora; esa búsqueda del hueco donde puede sentarse con su libro de poesía y sus anteojos un poco bajos, siempre visibles, regalando su imagen a un mundo que si lo ve no le importa, y si le importa es para que digan "mirá, todavía hay de esos giles" y ellos por dentro se mueren de lujuria y piensan "qué bueno es ser así, alejado".
En los pasillos de la facultad es así, los tipos caminan con cierto poder, con cierta obstinación, sabiendo que tienen el derecho por naturaleza a usar el tiempo leyendo y, a veces, animándose a rayar un cuadernillo con alguna prosa propia o unos versos desvencijados que publican en revistas que imprimen, venden, compran y leen entre ellos.
Saben enumerar y repetir teóricos de todo el mundo, han leído todo, no se les puede comparar con nada; han leído La Divina Comedia, La Ilíada, leyeron a Virgilio, a Joyce, Borges les sale escupido por la boca; se ríen de Bioy Casáres y nunca leyeron a Cohelo porque ya saben lo que es, les han contado.
Los estudiantes de letras son una joya, algo de otro mundo, son tipos que pueden escribir a la hora de hacer un trabajo grupal con alumnos de otras carreras, y las más de las veces sin faltas de ortografías, aunque no es excluyente.
Los tipos, y vuelvo al tema del principio, de verdad creen que son útiles y entran a la carrera convencidos de eso. Cuando les dicen que no es una carrera para "aprender a escribir" cambian ese antiguo sueño por el anhelo de convertirse en un Todorov, un Blanchot, un Barthes; algunos pocos se conforman con publicar un librito en una editorial independiente que presenta sus libros en una feria donde es preferible comprar pan relleno o alguna ensaladita de esas vegetarianas antes que un pedazo de papel impreso por algunos que pujan por volverse intermediarios relleno con palabras de algún gil que piensa que es demasiado bueno para un blog.
Los estudiantes de letras mientras sigan girando en su propia órbita y no construyan su trabajo a nivel de los conflictos sociales, mientras sigan bebiendo su café en el Pasaje Dardo Rocha y no preocupados por el uso del arte como potente transformador, simplemente van a seguir copiando a viejos acartonados y empolvados, van a continuar escribiendo para sí mismos su poesía vanguardista que difiere de todo porque conocen todo.
Mientras sigamos, cada uno, obstinados en nuestros anteojos, los estudiantes de letras vamos a seguir siendo los fósiles de este siglo.